Nuestros estados mentales están compuestos, en gran medida, de contradicciones. La mente se aferra en proyectar, lo que deseamos que exista, pero la mayoría de las veces no concuerda con la realidad. Entonces empezamos a intentar modificar nuestro entorno, cambiar a las personas que nos rodean, etc… en lugar de observar plenamente lo que está sucediendo dentro y fuera de mi. Aceptando las cosas como son. Esta lucha de opuestos, nos lleva a creer que estamos separados de lo otro. Es decir, creemos que soy un yo separado de lo que me rodea y en ese mismo instante construyo “mi propio mundo” cargado de opiniones y puntos de vista, que por supuesto vienen como consecuencia de todo un mundo de creencias, que surgen de lo que he venido experimentando desde la infancia. Empezamos a experimentar el mundo exterior a partir de esos hábitos de pensamientos y no damos cabida a nada más que aquello preconcebido en nuestra memoria. El problema aquí, es que mientras más pasa el tiempo, puedo tender a fijar esos puntos de vista, como si fueran ciertos; decretando, por así decirlo, que sólo existe la verdad que yo percibo. Esto me hace recordar un verso del Dammhapada que dice: “somos lo que pensamos, con nuestros pensamientos creamos el mundo….” Quizás valga la pena detenerse a observar, si lo que pensamos, lo consideramos una ley o si es modificable. Cuestionarme si lo que veo, está permeado por mis vivencias y por ende por los “lentes” de juicios que construyen una “realidad” sostenida con pocos datos y que no necesariamente es La realidad. Sería capaz de matar o aniquilar al otro por defender “mi idea” ? En esta lucha de opuestos, se construye un determinismo y una separación cada vez mayor, basada en odio. Sus únicos fundamentos es lo que yo construyo y sostengo. Quizás al quitarnos esos lentes podamos comprender que todo en este mundo es creado por condiciones previas. Que estamos interconectados y que aquello que defiendo como propio, como identidad, como ese “yo” que me define, en realidad no existe, pues soy un cúmulo de procesos condicionados en constante cambio y que el “otro” es un reflejo, que se aferra a sus puntos de vista, de la misma manera. No hay ninguna idea a la que deba aferrarme. Pues no hay un yo que deba defender. A caso no es más útil soltar mis ideas y mis conceptos preconcebidos? Qué pasaría si sólo intento abrirme a ver lo que sucede a mi alrededor, sin esos lentes? Ser compasivos implica comprender que el otro está pasando por lo mismo. Y que todos vemos muchas veces, tan sólo una proyección de nuestra mente. Lo mejor que podríamos hacer es cultivar atención plena a este instante. Atender lo que sucede en el momento presente, sería aproximarse a La realidad. Pero éste se nos escapa al intentar defender la idea del pasado o proyectando el futuro. Así que hagamos una Pausa. Respira…. Date un tiempo. Enfoca tú atención en sólo sentir tu respiración, sin dirigirla. Expande tu cuerpo, tu mente y abre tu escucha. Abre tu percepción.
Dualidad
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